martes, 28 de septiembre de 2010

Esta es mi explicación



Y repentinamente, en cualquier lugar, lleno de personas desconocidas y de voces lejanas y confusas, de libros antiguos que hablan del pasado, de cuadros pintados inspirados en la soledad; recuerdo una risa. Su risa. La risa que he añorado, la que he buscado, de él que ha sido mi sueño de mil y una noches. Él. Él, que es feliz sin mí. Mientras yo, solo consigo quedarme en silencio, porque no sé que decir. ¿Cuántas veces he hurgado en los recuerdos, apartando momentos dolorosos, peñascos de desilusión, he llegado allí al fondo hasta encontrar esa sonrisa? Su sonrisa. Pero en mis recuerdos, su sonrisa está junto a la mía. Y ahora ya no está. Todo aquello que era mío, solo mío, se ha ido. Y de repente me veo corriendo a través de un laberinto hecho de momentos: nuestro primer encuentro, el primer beso, la primera vez que nos juramos amor... Y en un instante recuerdo todo lo que no he podido decirte, todo lo que hubiese querido que supieses; la belleza de mi amor. Eso es lo que hubiera querido mostrarte. Sobre una bandeja de plata, abriendo los brazos en una reverencia infinita, mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti: un amor sin límites. Sólo tuyo. Más allá del mar y en el fondo, allí abajo, más allá del horizonte. Y aún más, más allá del cielo y del infierno, más allá de las estrellas y aún más, más allá de la luna, y más allá de lo que se esconde. Y más allá. Porque esto es solo lo que podemos saber. Te amé por encima de todo aquello que no podemos ver, que no podemos conocer. Ya está, eso es lo que quizá hubiese querido decirte. Eso y mucho más. Pero ya no puedo decirte nada que tu quieras escuchar… ¿Y ahora? Te miro y ya no estás. Ya no eres el mismo. ¿Dónde te has metido? ¿En que te has convertido? ¿Por qué la sonrisa que antes me prometía seguridad, se burla ahora de mí? Ya no hay nada que hacer. Por mucho que te mire no te encuentro. Ya no eres la persona de la que me enamoré. Solo me quedan los recuerdos, esa película ahora en blanco y negro que ha durado toda una pequeña vida. Esas tardes en tu habitación ya están lejos. Las noches felices en las que mirábamos el cielo, y más allá, justo donde precisamente habíamos estado nosotros. Pero ya no queda nada. Y yo, estúpida, sonrío por fin, y recuerdo esa historia. Pero ya no hay rencor. La recuerdo con cariño, sin apenas dolor. Sin perder el tiempo buscando un porqué. Sin buscar explicaciones. Porque ya se sabe. Cuando un amor se acaba, se puede encontrar todo, excepto un porqué. Y por triste que parezca, esa es precisamente la explicación.

Fuego...            

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